julio 6, 2015,
Creyentes verdaderos
por Miguel Suárez
Lo admito, cuando como solo en un restaurante, tengo la mala costumbre de ponerme a escuchar conversaciones ajenas. Cabe aclarar, no porque quiera ser chismoso, sino porque automáticamente mis oídos divagan en contra de mi voluntad (o al menos, eso me gusta pensar). Esto me ha llevado a escuchar todo tipo de historias, desde las más aburridas hasta las más atrevidas; todas ellas, si bien tocaban temas en común, eran muy diferentes unas de otras, hasta hace unas semanas, cuando viví con tres días de diferencia el más grande déjà vu conversacional imaginable, aún cuando los temas discutidos no podrían ser más dispares. En el primer caso se trataba de dos señoras que rondaban los 60 años y discutían sobre cuál sería la manera correcta de llegar al cielo: una de ellas era católica y la otra, si bien nunca me quedó clara su denominación, profesaba alguna variación judeo-cristiana, ambas estaban convencidas que su vía de salvación era la correcta. En el segundo caso se trataba de dos tweens que discutían religiosamente sobre cuál era el mejor smartphone: uno de ellos, fiel creyente de la superioridad del iPhone, el otro, devoto de las capacidades del Galaxy, ambos convencidos de tener la verdad absoluta entre sus manos. En ambos casos, existía un convencimiento total de las partes de tener la verdad absoluta, pero como si eso no bastara, buscaban convertir al otro, mostrarle el camino correcto: iluminarlo. Creo que esto nos muestra dos cosas: la primera es que la religión no está tomando las medidas necesarias para ser atractiva para las nuevas generaciones y la segunda es que las marcas hoy en día convierten a los consumidores en creyentes. Es por eso que las filas para recibir la comunión son cada vez más cortas, mientras las que conducen a la caja de las tiendas el día del lanzamiento del iPhone, más largas. Sin entrar en complejidades teológicas, creo que las religiones tienen como objetivos principales: conectar a sus creyentes con algo más grande que ellos mismos, brindar un sentido de pertenencia y, al mismo tiempo, crear evangelizadores que actúen por fe, no por beneficio. Sin embargo, hoy en día las marcas están haciendo un mucho mejor trabajo. A diferencia de las religiones, la visión de las marcas suele ser clara, directa e incluyente conectando a las personas con ideales claros que resultan universales, generando pertenencia a comunidades que se enriquecen de la diversidad y no la estigmatizan y obteniendo como resultado creyentes verdaderos que adoptarán la marca como parte de su esencia personal y la defenderán antes los herejes que aún no ven la luz, buscando su conversión. Esto como publicistas nos deja en el rol de apóstoles, buscando que la palabra llegue a la mayor audiencia posible, generando conversos a la fe de nuestras marcas y llevándolos a peregrinar hasta sus templos. El teólogo Hans Küng dice que en las religiones “hay que buscar a través de lo exclusivo, lo inclusivo”, creo que hoy en día esto es más que aplicable a nuestra labor y que nosotros como apóstoles debemos de trabajar cada día en ello. Miguel Suárez Creative General Director