marzo 13, 2019,
¡Date un viaje: Cambia tu mente!
por Fabiola Salazar
Está comprobado que… “Viajar; visto como un aprendizaje, es una forma de desafiar al cerebro y potenciar las conexiones neuronales”.
Es decir, qué cuando viajamos desafiamos tanto a nuestro cerebro que generamos mayor capacidad cognitiva y flexibilidad de pensamiento.
¡Claro, esto no ocurre siempre! No pensemos qué estar acostados en una hamaca días completos, viendo el mismo paisaje, escuchando la misma música, besando a la misma persona, nos va a ayudar a generar un pensamiento paralelo o creativo; eso, y qué conste que no digo que esté mal, sólo produce una sensación de paz y tranquilidad, pero no reta en absoluto a nuestro cerebro. Lo que sí lo hace, es el intercambio cultural: descubrir nuevos olores, sabores, idiomas, paisajes, emociones, colores y formas. Es tratar de entender cómo lavarte las manos en un lavabo sin llaves, pedir algo de comer sin entender una sola palabra del menú, respirar hondo y descubrir que una ciudad huele a pan y mantequilla o a chile. Conocer un lugar mientras caminas sin rumbo, perderte en una plática o en una carcajada.
Es verte inmerso en una conversación que no entiendes nada y disfrutar cada palabra, llorar sin control y no saber por qué o descubrir qué ese que está sentado junto a ti, podría ser tu nuevo mejor amigo o el amor de tu vida.
Viajar, es descubrirte y descubrir que puedes hacer cualquier cosa por más difícil que parezca. Es entender que no hay límites.
“José Manuel Moltó, presidente de la Sociedad Española de Neurología, explicó este descubrimiento: “Cuando viajas a otro lugar, sobre todo si éste es desconocido para ti, estás obligando a tu cerebro a estar en un continuo proceso de solución de problemas y de superación de desafíos””.
Así que, si de pronto se sienten bloqueados, cansados o aburridos, dense un viaje. Sí, tomen un avión, un auto, una bicicleta o lo que sea que necesiten para hacerlo, pero háganlo.
Hagan ese viaje que vive en su cabeza desde hace años, ese que da miedo por el idioma, la distancia o la compañía. El que te grita por dentro “vamos” cuando estás en silencio, el que te guiña el ojo, el que te hace salivar. Hagan que ese viaje les explote la cabeza, que les haga cambiar la perspectiva de su mundo, que les abra los ojos, el corazón y sobre todo la mente.
Y lo mejor de todo, es que no hay que cruzar el mundo para desafiar a nuestro cerebro, sólo tenemos que dejar el miedo atrás, iniciar la conversación, probar y correr. Sí, correr, porque el tiempo no se detiene y la vida se va en un abrir y cerrar de ojos.